Karl Deisseroth
El bisturí más preciso en un
cerebro sigue siendo la palabra.
El inventor de la optogenética es uno de los científicos que más saben sobre conexiones neuronales, pero cuando intento averiguar cómo desconecta de su laboratorio, responde con otra pregunta: “¿Desconectar para qué?”. Sería una respuesta de trabajo adicto convencional, como la de otro entrevistado que sentenció que las vacaciones sólo son para funcionarios y empleados y que él era un creador; pero Deisseroth no se apoya en sus prejuicios, sino en sus hallazgos: al conectar y desconectar –argumenta– gastamos más energía que estando siempre en línea con nuestros objetivos. Por eso, es mejor descansar pensando en los mismos problemas, pero de un modo diferente: él escribe novelas de neurociencia.
He visto cómo hace que el ratón vaya de izquierda a derecha con impulsos optogenéticos.
No sólo podemos hacer que un ratón actúe, sino también ver en tiempo real cómo, gracias a la optogenética y a nuestro método Clarity, su cerebro en acción, sus redes neuronales, responde a cada impulso.
Es fascinante ver cómo lo manipulan.
Antes la resonancia magnética o las tomografías sólo permitían observar al cerebro: ahora también podemos actuar sobre él. Y una red de laboratorios ya trabaja en transformar este progreso de investigación básica en terapias y farmacología.
¿Alguna que ya sea realidad?
Un equipo italiano ha logrado desconectar los circuitos de adicción a la heroína en ratones aplicando estímulos electromagnéticos en un área específica del córtex frontal.
¿Localizan conexiones neuronales que generan respuestas y las desconectan?
El método es detectar dónde está la conexión que causa determinado efecto y tratar de actuar sobre ella.
¿Usted mueve al ratón con disparospor un cable insertado en su cerebro?
Sólo iluminamos las células del cerebro y las redes en las que nos interesa actuar y luego podemos intervenir sobre ellas.
¿Actúa como un interruptor?
Porque es luz. Las neuronas son sensibles a la electricidad, pero no a la luz. Y, para lograr iluminarlas, tomamos una proteína del gen de un alga unicelular fotosensible y la introducimos en las células del cerebro del mamífero...
Y es como si las encendieran.
...Pero sólo las redes y las áreas que nos interesan. Y así hoy podemos estudiarlas, estimularlas y modificarlas.
Una revolución en neurociencia.
Ahora estudiamos la conducta y su relación con las emociones: el miedo, la memoria, las interacciones sociales...
Por ejemplo.
Estamos investigando la ansiedad y observando las conexiones del córtex frontal con las de capas más profundas del cerebro...
¿Dónde está la ansiedad?
Sin emoción no hay memoria. Y el miedo es una emoción muy profunda y primigenia que ya permitió sobrevivir a nuestros más remotos antecesores en la evolución.
¿Ven ustedes las conexiones de la ansiedad y la memoria?
Son conexiones, y tal vez si las apagamos o modulamos regularemos la ansiedad.
¿Podría llegar también a curar enfermedades neurodegenerativas?
Hay muchos equipos trabajando ya en esa área: localizar el punto, la red, la conexión que genera una conducta o un proceso indeseable y actuar sobre él. Pero yo sigo investigando el funcionamiento del cerebro en conjunto, y es una tarea que ocupará el resto de mi vida y ocuparía otras muchas vidas.
¿Ustedes pueden ver en tiempo real cómo un ratón se acongoja?
Lo que sabíamos es que la ansiedad es una respuesta adaptativa a los riesgos del medio. Anticipa un ataque, por ejemplo, y a veces esa anticipación salva a quien la tiene.
Y otras se sufre sin motivo.
En la ansiedad hay, por tanto, miedo incontrolable y lo que funcionaba para tratarla hasta ahora era la terapia cognitiva: usar las palabras para ayudar al ansioso a imponer el razonamiento sobre la emoción.
El raciocinio.
De algún modo es ayudar al ansioso a imponer el córtex frontal sobre el miedo que procede del cerebro profundo en la amígdala.
El que ya tenían los reptiles.
Pues bien, hoy con la optogenética nosotros podemos ver esas conexiones. Ahora el siguiente paso es intervenir en ese punto.
¿Pasar de la palabra a la electricidad?
Pero, por ahora, el bisturí más preciso en el cerebro humano sigue siendo la palabra. Nosotros ahora podemos llegar a ver cómo actúa sobre el cerebro y lo modifica.
He leído que usted fue un niño superdotado: ¿le queda algo de aquel don?
Digamos que tenía cierta facilidad para memorizar y entender las palabras.
Libros enteros en muy poco tiempo.
Bueno, sí. Hay quien lee por líneas y yo digamos que leía en bloque.
¿Escribe usted para divertirse?
Escribo novelas. Son estimulantes.
¿Cómo le estimulan?
Pues el escritor es como el buen lector: siente placer al reencontrarse con alguna palabra, parecido al que experimentas al volver a ver a un viejo amigo.
¿Se reconocen la palabra y usted?
Una palabra no es sólo la idea: es el sonido y la resonancia que adquiere ese sonido en tu mente al pronunciarla y todo cuanto evoca en ella. Es como si, al emerger de tu memoria, esa palabra arrastrara también con ella fragmentos de tu vida y de la de los demás. De algún modo vuelves a vivirlos.
¿Ese mecanismo de la escritura lo puede ver ahora en su propio cerebro?
De momento, pienso seguir escribiendo. No deja de ser otro modo de practicar neurociencia y también es divertido.
La Vanguardia
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